sábado, 7 de abril de 2012

El marqués de la Quinta Roja y los orígenes del jardín Victoria de La Orotava

                                

          El marqués de la Quinta Roja y los orígenes del jardín Victoria de La Orotava                                

Benjamin AFONSO


La casa que en 1842 fue residencia de don Diego Ponte del Castillo, octavo marqués de la Quinta Roja, conocida ahora como Jardín Victoria, volvió al conocimiento popular como consecuencia de las últimas reformas que el Ayuntamiento de La Orotava realizó hace años en este espacio, contestada por un importante sector de la población. Recordar que en este aspecto se destacaron especialmente un grupo de estudiosos que, calificaron el lugar como uno de los centros masónicos más importantes de España, sostenían que la intervención municipal "no respetó el diseño original de los jardines ni los elementos masónicos que guardaban".

El marqués de la Quinta Roja, entre la historia y la leyenda         
Parece como si el tiempo transcurrido quisiera hacer justicia con este personaje al que, por ser un destacado miembro de la masonería, sus contemporáneos y las sucesivas generaciones que le precedieron se encargaran muy bien de silenciar cualquier aspecto de su vida, como si de un apestado se tratase. En esa tarea intervino la escritora cubana Dulce María Loynaz al publicar una biografía del marqués en la que lo describió  como un hombre "chabacano" y "pueblerino", opinión de la que no se salvó ningún miembro de la familia, ni siquiera su madre, doña Sebastiana del Castillo, a la que Loynaz se refiere como la "madame".
La escritora cubana- insisto- se encargó muy bien de crear en torno a la familia Ponte del Castillo y su residencia de La Orotava un ambiente misterioso y poco recomendable para "las buenas gentes del pueblo".
Esa visión se mantuvo hasta finales de los años 50. A los chicos de entonces la residencia del marques, situada en pleno centro de la Villa imponía un profundo respeto, debido especialmente al mausoleo que destaca en los más de 1.000 metros cuadrados de jardines y paseos de sinuosidades caprichosas que siempre terminaban frente al panteón. Aquella chiquillería de entonces, al llegar hasta las casa de madera- desaparecida con la citada reforma- al mirar por una de sus ventanas destacaba la estructura del panteón, justo donde se creía reposaban los restos del misterioso y maléfico don Diego.

Luego, la artística puerta de hierro que presidía la entrada, llena de signos y figuras extrañas, abierta muy raras veces, era un buen freno para los atrevidos que querían llegar hasta una de las huertas  donde se cultivaban unas sabrosas mandarinas. Un buen día, el encargado, descubrió con sorpresa que sus naranjos aligeraban su peso de forma extraña y, nada más oscurecer, colocaba dos velones encendidos frente al mausoleo. El espectáculo y la leyenda del marqués impresionaban al más valiente, mucho más si era de noche, pero al final el sabroso y rico jugo de aquellas mandarinas ayudaba a superar el miedo...

El tiempo hizo que los bellos jardines y todos los elementos que conformaban ese espacio sufrieran un importante deterioro. La flora y la vegetación fue sustituida por la maleza que poco a poco, se convirtió en la protagonista del lugar. Hasta el mausoleo que doña Sebastiana encargó al arquitecto francés Adolph Coquet, para dar sepultura a su hijo Diego, estuvo a punto de correr la misma suerte.
Fue entonces cuando el Ayuntamiento de La Orotava, que presidía y preside aún el alcalde Isaac Valencia, tuvo la feliz iniciativa de comprar esa propiedad para incorporarla al patrimonio municipal convirtiéndola, sin lugar a dudas, en uno de los espacios verdes más importante de Tenerife.

Y sigue la historia
Son numerosos los estudios que se han publicado de don Diego de Ponte, VIII marqués de la Quinta Roja, que desvelan los aspectos más interesantes de este personaje, condenado al ostracismo por los poderes eclesiásticos y por la sociedad de la época que le tocó vivir.
El investigador Sebastián Hernández Gutiérrez, en su libro de la Quinta Roja al Hotel Taoro, nos dice que don Diego de Ponte nació en La Orotava el 10 de marzo de 1840 y que fue bautizado en la iglesia Nuestra Señora de la Concepción. Ponte residió toda su vida en la casa paterna de la calle San Agustín, señala el autor. Asimismo, comenta que se desconoce el nivel cultural del marqués, pero supone que sería el lógico de su posición social, "cultivándose en una amplia gama de temas que, con el paso del tiempo, le permitieron llegar a ser diputado provincial". Por lo tanto, Hernández Gutierrez  discrepa de las apreciaciones realizadas por Loynaz, "a las que no da ninguna credibilidad".

Y no es para menos porque la cubana, sin quitarle mérito alguno como novelista, uno de sus deportes favorito era ganarse la voluntad y simpatía de los políticos de la época que le organizaban banquetes y recepciones, lo que le permitió comer y beber a costa del erario público durante su estancia en la isla...En definitiva, Loynaz estaba al servicio del poder eclesiástico y político de la época, y de alguna forma tenía que agradecer tanto las diarias atenciones recibidas.     


Continuando con el marques de la Quinta Roja decir que contrajo matrimonio cuando tenía 27 años con su prima hermana, María de las Nieves Elena Blasina Manrique de Lara y del Castillo. La ceremonia se celebró en la parroquia de San Francisco de Las Palmas de Gran Canaria el 17 de abril de 1867. El matrimonio decidió residir en La Orotava.

La masonería
En cuanto a su participación en la masonería, ésta sólo se ha podido demostrar a través de los jardines de su casa de La Orotava y del propio mausoleo, que su madre encargó a Coquet para su enterramiento, además por estar relacionado con la logia Masónica del Valle, que, al igual que otras de las islas, intentaban ponerse al día en su tema predilecto, durante el método de recibir por correo, o en mano, las diferentes publicaciones, especialmente Tinerfe nº 144, de Santa Cruz de Tenerife y Las Afortunadas de Las Palmas.

Con estos datos, es de suponer que su vida religiosa chocaba con los de la iglesia Católica, motivo por el que la mala fama se acrecentó entre sus conciudadanos orotavenses, espíritu que aún perdura.

Por los años 1870, el marqués contrajo una "escrofulosis" crónica que acabaría llevándolo a la muerte. Finalmente, el óbito tuvo lugar en su finca, La Quinta, situada en la Villa y Puerto de Garachico. Su cadáver fue trasladado  hasta La Orotava, para ser enterrado en el panteón familiar que los Ponte tenían en el cementerio. Es entonces cuando la historia y la leyenda se dan la mano para llegar hasta nuestros días. Se afirma que al llegar el cuerpo del finado a la puertas del cementerio, don Acisclo (don José Borges Acosta), con una cruz en la mano impidió la entrada del cadáver a la que debía ser su última morada. En este momento, el cura pronunció las palabras que, supuestamente, había oído siempre en la mansión de los marqueses: "el señor no recibe".

El polémico entierro del marqués  

La versión distorsionada que la cubana da del VIII marqués de la Quinta Roja queda demostrada por el investigador Hernández Gutiérrez, quien afirma que "la muerte le sobrevino a don Diego en su finca de Garachico, según certificación que emite Víctor Pérez, médico de cabecera de la familia". Por lo tanto, las visitas a las que hace referencia la novelista cubana diciendo que "en más de una ocasión el bueno de don Acisclo- párroco de la Concepción de La Orotava- tocó en el portón de la Quinta- se refería a la casa de San Agustín de La Orotava-, por si un minuto de contrición salvaba una vida de pecado. Pero tocó en vano. El recado siempre era el mismo: "el señor no recibe".
Y es en este momento cuando, al llegar el cuerpo  a las puertas del cementerio, el cura lo impide y pronuncia las mismas palabras que el marqués: "el señor no recibe".
La muerte de don Diego Ponte fue el 5 de abril de 1880. Tuvo que ser inhumado en la "chercha", ante la negativa del cura. La  noticia del hecho corrió por todo el Valle y la población se dividió entre partidarios y detractores. Ante la negativa del cura que no quiso dar sepultura a don Diego en el panteón familiar que poseía la familia en el cementerio municipal de La Orotava, doña Sebastiana del Castillo, su madre, emprendió una larga lucha que llegó al Vaticano, hasta que en 1885, gracias a una dispensa pontificia el cuerpo de don Diego pasó definitivamente al panteón familiar.
Sucedió que el mausoleo que doña Sebastiana encargó a Adolh Coquet para sacar a su hijo de la "chercha" y darle sepultura, quedó para siempre vacío.

1 comentario:

  1. indiscutible,la historia es fascinante,en esos jardines me encontré a mi misma,siempre que voy me siento ante el panteón,y encuentro paz y tranquilidad,aunque ahora se que esta vacío,creo que su espíritu esta ahí,para agradecerle a su madre todo lo que hizo por el,todo lo que rodea los jardines es hermoso,bello y mágico,me encanta

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